Lucas 24-5 | Resurrección, sufrimiento y victoria escondida

Lucas 24-5 | Resurrección, sufrimiento y victoria escondida

Comprometidos con la Palabra de Dios: Conclusión del Evangelio de Lucas 24

Si tuviéramos que señalar uno de los mayores fracasos dentro de la comunidad de creyentes hoy en día, sería este: no tomar en serio la Palabra de Dios.
Muchos desean seguir a Dios, pero pocos viven con el compromiso real de obedecer su Palabra en cada área de la vida. Sin embargo, si queremos ser verdaderos discípulos del Mesías, debemos comprometernos plenamente a vivir de manera que la Escritura se cumpla en nuestra conducta, en nuestras palabras y, sobre todo, en nuestra forma de vivir.

En el capítulo 24 del Evangelio de Lucas, encontramos una de las enseñanzas más poderosas del Mesías antes de ascender al cielo: Él vivió y murió para cumplir la Palabra de Dios.
Veamos juntos este pasaje y las profundas lecciones que nos deja.

El compromiso del Mesías con la Escritura

En Lucas 24:44, Yeshúa les dice a sus discípulos:

“Estas son las palabras que os hablé estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos.”

El Mesías vivió con un propósito: cumplir la Escritura. Cada acto, cada palabra, cada milagro tenía un solo objetivo: revelar la fidelidad de Dios y cumplir Su plan redentor.
Este mismo compromiso es el que debe reflejarse en nuestra vida. ¿Estamos viviendo de manera que la Palabra de Dios se cumpla en nosotros?

El entendimiento que viene del Espíritu Santo

En el versículo 45 leemos:

“Entonces les abrió el entendimiento para que comprendiesen las Escrituras.”

Solo el Espíritu Santo puede abrir nuestra mente para entender la verdad de la Biblia y aplicarla.
El propósito del conocimiento bíblico no es intelectual, sino transformador. Cuando nos acercamos a la Palabra diciendo: “Señor, lo que me enseñes, lo obedeceré”, entonces comenzamos a vivir como verdaderos discípulos.

El sufrimiento y la victoria del Mesías

Yeshúa explicó que su obediencia a la Palabra lo llevó al sufrimiento y, finalmente, a la resurrección.

“Así está escrito, y así fue necesario que el Mesías padeciese y resucitase de los muertos al tercer día.” (Lucas 24:46)

El número tres en la Escritura simboliza prueba y revelación. La resurrección al tercer día documenta la victoria del Mesías, una victoria de Reino.
Su triunfo sobre la muerte no solo demostró el poder de Dios, sino que abrió el camino para que nosotros experimentemos vida a partir de la muerte, la realidad de la resurrección y la esperanza del Reino venidero.

El llamado a proclamar el Evangelio

El versículo 47 declara:

“Y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén.”

El mensaje del Evangelio comienza en Jerusalén, pero se extiende hasta los confines de la tierra. El arrepentimiento verdadero nace cuando nos alineamos con los estándares de Dios, reconociendo Su justicia y Su verdad.
A través del poder del Espíritu Santo, somos transformados, regenerados y capacitados para caminar en obediencia. Solo el Evangelio puede cambiar el corazón humano y hacerlo vivir conforme a los principios del Reino.

Israel y el plan de Dios

El texto también nos recuerda que Jerusalén sigue siendo el centro del plan divino.
Dios no ha terminado con Su pueblo ni con Su tierra. Mientras muchos en el mundo se oponen a Israel, las Escrituras nos muestran que el Señor sigue obrando en medio de su pueblo para cumplir Su propósito eterno.

El Mesías llamó a sus discípulos a permanecer en Jerusalén hasta ser investidos con poder desde lo alto. Ese poder, derramado en Pentecostés, es el Espíritu Santo, quien nos da la fuerza para obedecer la Palabra de Dios.

La Ascensión y la adoración

Finalmente, Yeshúa los llevó hasta Betania, al Monte de los Olivos, los bendijo y fue llevado al cielo.
Los discípulos, al comprender quién era Él, le adoraron y regresaron a Jerusalén con gran gozo.

“Y estaban siempre en el templo, alabando y bendiciendo a Dios.” (Lucas 24:53)

La obediencia produce gozo, y el gozo nos lleva a la adoración. Así vivieron los discípulos: llenos del Espíritu, alabando a Dios continuamente, conscientes de que Su voluntad es perfecta.

El Evangelio de Lucas termina con una nota de victoria: el Mesías cumplió toda la Escritura y nos dejó el ejemplo supremo de fidelidad a la Palabra de Dios.
Como creyentes, estamos llamados a vivir con el mismo compromiso, dejando que la verdad de Dios guíe cada decisión, cada palabra y cada acción.

“Alabando y bendiciendo a Dios. Amén.”

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