En el judaísmo existe un concepto hermoso: Shalom bait, que significa paz en el hogar.
Pero, ¿Qué es realmente la paz? No se trata simplemente de la ausencia de conflictos, sino de vivir en armonía con la voluntad de D-os.
Cuando una familia busca Su voluntad, encuentra la verdadera paz.
Hoy veremos cómo una mujer llamada Ana, en medio de una profunda aflicción, fue llevada —por medio de la oración— al centro de la voluntad de D-os.
La falta de paz y el llamado a orar
El relato comienza en el primer libro de Samuel, capítulo 1.
El Canaá, esposo de Ana, había cometido un error: tomó una segunda esposa, Penina. Esa decisión, contraria al plan divino, trajo división, celos y dolor. Penina tenía hijos, pero Ana no, y por ello la provocaba y humillaba continuamente.
Cada año, cuando la familia subía al tabernáculo en Silo para adorar a D-os, la historia se repetía: Penina atormentaba a Ana.
Sin embargo, Ana no respondió con ira ni venganza.
En su tristeza, decidió orar.
Este es el primer gran principio espiritual:
“Cuando no tengas paz en el alma, cuando tus circunstancias no parezcan alinearse con la voluntad de D-os, ese es el momento de orar.”
El desánimo y el enfoque perdido
El Canaá trató de consolarla diciéndole:
“¿Por qué lloras? ¿Por qué no comes? ¿Por qué está triste tu corazón? ¿No soy yo mejor para ti que diez hijos?” (1 Samuel 1:8)
Estas palabras reflejan ternura, pero también revelan un principio:
No podemos hallar paz si nuestro corazón no está firme en la voluntad de D-os.
Ana estaba enfocada en su dolor. No comía, lloraba, se sentía vacía.
Pero la adoración transforma el alma.
Solo cuando nuestras circunstancias nos empujan a rendirnos ante D-os, Él comienza a obrar el cambio que tanto anhelamos.
El cambio comienza en ti
D-os permite dificultades con propósito.
Algunas pruebas son disciplina; otras son ataques del enemigo. Pero en todas ellas, D-os busca moldearnos y alinearnos con Su voluntad.
“Si va a ocurrir un cambio, entiende esto: el cambio comienza contigo.”
A veces, las tragedias personales no son castigos, sino oportunidades para crecer espiritualmente.
Cuando Ana decidió dejar de quejarse y comenzó a adorar y orar, su historia empezó a transformarse.
La oración y el voto de Ana
Dice el texto:
“Y Ana, con amargura de alma, oró al Se-or y lloró abundantemente.” (1 Samuel 1:10)
Aunque su alma estaba quebrantada, Ana no permitió que la amargura la consumiera.
Transformó su dolor en oración.
Luego hizo un voto:
“Se-or de los ejércitos, si miras la aflicción de tu sierva y me das un hijo, lo entregaré al Se-or todos los días de su vida.” (1 Samuel 1:11)
Ese hijo sería Samuel.
Y Ana cumplió su palabra: lo consagró al Se-or desde su nacimiento, convirtiéndolo en un nazareo, un hombre apartado para el servicio divino, como Sansón en su tiempo.
El poder de la oración persistente
La Biblia dice que Ana “multiplicó sus oraciones ante el Se-or” (1 Samuel 1:12).
No oró una sola vez: perseveró, insistió, clamó con fe.
Eso demuestra compromiso, perseverancia y fe activa.
Pero mientras ella oraba en silencio, moviendo solo los labios, el sacerdote Elí la observaba.
Y al no escuchar su voz, pensó que estaba ebria.
Un grave error.
Esto revela la falta de discernimiento espiritual en Elí, el sumo sacerdote de Israel.
No pudo reconocer una oración genuina ni el mover del Espíritu en una mujer piadosa.
Cuán importante es discernir correctamente las cosas de D-os,
porque el error de un líder puede cegar a toda una generación.
Una mujer de fe frente a la incomprensión
Elí le dijo con dureza:
“¿Hasta cuándo estarás ebria? Quita de ti tu vino.” (1 Samuel 1:14)
Pero Ana no estaba ebria; estaba llena de fe.
Su oración silenciosa fue más poderosa que mil palabras.
Mientras Elí y sus hijos representaban la religión sin discernimiento, Ana representaba la fe sincera y obediente.
Ella lo llamó:
“Se-or de los Ejércitos” —reconociendo que con D-os todo es posible.
Y así, la estéril se convirtió en madre, y su hijo Samuel sería uno de los profetas más grandes de Israel.
Principios espirituales que aprendemos de Ana
La paz verdadera nace de la voluntad de D-os.
No de las circunstancias, sino de la comunión con Él.
El dolor puede ser un instrumento divino.
A veces D-os usa la aflicción para dirigirnos a la oración.
La oración transforma antes de que cambien las circunstancias.
Ana cambió primero; luego D-os cambió su historia.
El compromiso con D-os debe cumplirse.
Los votos hechos al Se-or son sagrados y deben honrarse.
El discernimiento espiritual es esencial.
Elí no reconoció la fe de Ana, pero D-os sí.
Conclusión
El testimonio de Ana nos recuerda que la fe perseverante atrae la atención del cielo.
Cuando oramos con sinceridad, D-os escucha, actúa y cumple Su propósito en nosotros.
“Y el Se-or se acordó de Ana, y ella dio a luz un hijo.”
(1 Samuel 1:19-20)
Que esta historia te inspire a buscar la voluntad de D-os con oración, obediencia y perseverancia.
La verdadera paz, Shalom bait, solo llega cuando nuestra casa y nuestro corazón están alineados con Su voluntad.
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