Cuando D-os habla, Su palabra es segura. No es una posibilidad, es una garantía divina. La Escritura enseña que aquello que D-os proclama inevitablemente se cumplirá, y cuando aprendemos a caminar en ese fundamento eterno, experimentamos Su fidelidad de manera real.
En 1 Samuel 1:23 encontramos un ejemplo profundo en la vida de Ana y Elcana. Ana deseaba un hijo, no para satisfacer un deseo personal, sino para cumplir un propósito mayor: consagrarlo al Se-or. Cuando D-os abrió su matriz y Samuel nació, ella fue fiel a su promesa y lo llevó al tabernáculo en Silo para servir a D-os todos los días de su vida.
Este pasaje revela tres principios espirituales:
La fidelidad de D-os es perfecta
Lo que D-os promete, Él lo cumple. No se retracta. No miente. Si nuestra vida descansa sobre Su palabra, veremos Su mano moverse con poder.
“Por este niño oré, y el Se-or me concedió lo que le pedí.” — 1 Samuel 1:27
La obediencia responde a la fidelidad divina
Ana no recibió bendición para su propia agenda, sino para entregarla nuevamente a D-os. Lo que recibimos del Se-or debe volver a Él en forma de servicio y propósito.
La pregunta no es “¿Qué quiero?” sino “¿Qué propósito de D-os puedo cumplir con lo que Él me dio?”
La sumisión nos posiciona para ser usados por D-os
Cuando Ana presentó al niño, la Escritura dice que adoraron postrándose. La verdadera adoración implica rendición total: “Se-or, Tu voluntad, no la mía”.
La mayor bendición no es recibir algo de D-os…
es ser usado por D-os.
Conclusión
Si quieres ver a D-os moverse con poder, comprométete con Su voluntad. No ores solo para que Él apoye tus planes, sino para alinearte con los Suyos. Cuando nuestra vida se ajusta al propósito eterno, Su fidelidad se manifiesta sin límites.
Él siempre cumple Su palabra.
La pregunta es: ¿estamos dispuestos a cumplir la nuestra?
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