En un tiempo donde abundan las falsas doctrinas y la confusión teológica, especialmente en lo que respecta a Israel, es esencial volver a las Escrituras. El Dr. Baruk Korman, profesor titular del Instituto Sera Abraham en Israel, nos guía en este estudio expositivo basado en Lucas 20, para comprender el propósito profético de Dios con Su pueblo y el papel del Mesías en la redención final.
Israel y la fidelidad de Dios
Muchas iglesias modernas enseñan erróneamente que Dios ha reemplazado a Israel con la iglesia. Sin embargo, la Biblia es clara: el Señor prometió traer nuevamente a Su pueblo a la tierra y llevar a un remanente a la fe en el Mesías Yeshua (Jesucristo). Este cumplimiento profético ya está en marcha ante nuestros ojos.
El plan de redención no excluye a Israel; al contrario, confirma las promesas del pacto. La salvación proviene del evangelio y solo por la fe en el Mesías. Pero el regreso del pueblo judío a su tierra y su futura conversión son señales inequívocas del cumplimiento profético.
La parábola de la viña: Lucas 20
En esta parábola, el dueño de una viña (símbolo de Israel) confía su cuidado a labradores que se niegan a entregar los frutos debidos. Tras enviar varios siervos, decide enviar a su hijo amado, quien es rechazado y asesinado.
Este hijo representa al Mesías, y los labradores infieles a los líderes espirituales que se rebelaron contra la voluntad de Dios.
El Señor de la viña, en justicia, destruye a esos labradores y entrega la viña a otros —no para reemplazar a Israel, sino para transferir el liderazgo a quienes creen en Su Hijo y guardan Su palabra. Es una invitación al arrepentimiento y a la fidelidad.
El Evangelio: del pueblo judío a todas las naciones
Dios escogió a Israel como instrumento de bendición. A través de Abraham, prometió que todas las naciones serían bendecidas. Así, los discípulos —todos judíos— llevaron el mensaje de salvación desde Jerusalén hasta lo último de la tierra.
El evangelio sigue siendo “para el judío primeramente, y también para el griego” (Romanos 1:16).
El reino de Dios no será establecido hasta que un remanente de Israel crea en Yeshua como el Mesías prometido. Su sangre derramada en la Pascua es el símbolo de la redención eterna: así como Israel fue liberado de Egipto, nosotros somos liberados del pecado para heredar el reino.
Conclusión: El llamado del Reino
Esta parábola no enseña reemplazo, sino propósito. Dios sigue fiel a Su pacto con Israel y usa a aquellos que creen en Su Hijo para cumplir Su voluntad.
Rechazar al Mesías es perder la herencia; recibirlo es ser parte del Reino eterno.
Llamado final:
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Shalom desde Israel. Que el Señor te bendiga en Yeshua HaMashiaj.