En la parashá de hoy, Dios condujo a los hijos de Israel por el desierto en lugar del camino corto, para enseñarles a depender totalmente de Él.
Los guió con una columna de nube de día y una de fuego de noche, protegiéndolos y mostrando Su presencia constante.
Cuando el Faraón los persiguió, Dios abrió el Mar Rojo, y el pueblo cruzó en seco. El ejército egipcio fue destruido.
En el desierto, Dios endulzó las aguas amargas, envió maná del cielo y dio agua de una roca.
A pesar de sus quejas, Dios mostró misericordia. Cuando confiaron y adoraron como Él mandó, vencieron a sus enemigos.
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